Fragmentos

"El que se resguarda totalmente contra la naturaleza, se resguarda también de sí mismo: jamás le será dado beber de la copa más deliciosa que puede llenarse en su recóndita fuente". Así hablaba Zaratustra-Nietzsche en El viajero y su sombra….Ciertamente, naturaleza y hombre han recorrido juntos un largo y fértil viaje a través del tiempo, conformando un doble paisaje, interior y externo, una recíproca correspondencia en la que ambos universos aportaban su propia luz para poder comprenderse y evolucionar, Es por ello que, casi con progresiva quiebra disociativa entre lo natural y lo humano, como si ambas realidades no fueran dos perspectivas, paralelas y complermentarias, de una misma visión.

Ya el romanticismo, con su visión panteísta de la naturaleza, advirtió amargamente de la dolorosa llaga de esta escisión afirmándose con mayor voluntad aún en su comunión armónica entre Dios, la naturaleza y el Hombre. También para Beuys,"el ser humano debe volver a entrar en relación, hacia abajo, con los animales, las plantas, la naturaleza, y hacia arriba, con 1os ángeles y los espíritus."

Análogamente, y habitando un territorio fronterizo, a medio camino entre plantas y espíritus, podemos decir que la representación plástica- y también conceptual- de la naturaleza a través de uno mirada depositada en el paisaje, ha sido un nexo constante y recurrente a través eje toda la trayectoria pictórica de Annabel Andrews. Esa naturaleza que, como nos confesaba Nietzsche, oficia de recóndita fuente hacia la cual dirigir siempre nuestras humanas y "naturales" ansias de conocimiento y de reconocimiento.

De esta forma, su pintura, en permanente contacto con la imagen del paisaje como el ámbito perfecto en el que encontrar y ubicar todas nuestras potencias cognitivas y sensoriales, actúa como representación visual e idealizada de una naturaleza panteísta, un marco perceptivo que todo lo preside. todo lo rodea.

Lo senda pictórica buscada, trazada y plasmada por Annabel a lo largo de su experiencia creadora, dibuja un círculo prácticamente perfecto, que arranca de la plasmación del paisaje desde un punto (de vista) alfa, para cerrar esa línea curva en otro punto, ahora omega, de eterno retorno hacia esa mismo idea, ese mismo sentimiento de paisaje. Un camino dialéctico construido a base de puntos de creación, que se van interrelacionando desde unos postulados más figurativos a otros de raigambre más abstracta, desde unos premisas más coloristas hasta otras mas despojadas y cromáticamente más desnudas, Los dos caras, en definitiva, de una misma moneda. Lo moneda bifronte de la naturaleza.

Francisco Carpio


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